ChatGPT es americano, DeepSeek chino: ¿y Europa qué tiene?
China y EE. UU. lideran la carrera de la IA, pero Europa juega a otro juego. Analizamos ALIA, Latxa y Lumo para entender por qué la privacidad y la soberanía pueden ser nuestra victoria en el triatlón tecnológico.
OPINIÓN
Curiosidad Artificial con ayuda de Claude y Gemini
12/14/20255 min read


IA Soberana: ¿realmente Europa está compitiendo en esta carrera?
Enero de 2025. Un modelo de IA chino llamado DeepSeek sacudió Silicon Valley con una noticia incómoda: habían logrado un rendimiento de vanguardia con menos de 6 millones de dólares. Lo que a OpenAI le costó cientos de millones, China lo replicó con una fracción del presupuesto.
No fue solo un logro tecnológico, fue una declaración geopolítica. Fue nuestro "momento Sputnik": Occidente se dio cuenta de que la carrera iba en serio y que el monopolio se había roto. La pregunta que me surgió de forma repentina fue simple: Si China puede hacerlo con una fracción del presupuesto, ¿qué demonios está haciendo Europa?
La respuesta corta: mucho más de lo que crees, pero quizá no lo suficiente. O quizá vamos por un camino completamente diferente y aún no lo sabemos.
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La carrera que no aparece en los titulares
Si crees que la batalla de la IA es solo entre Estados Unidos y China, necesitas actualizar tu mapa mental. Porque mientras el mundo miraba el duelo ChatGPT vs. DeepSeek, otros jugadores estaban tomando posiciones.
Corea del Sur está movilizando recursos masivos (públicos y privados) para crear una industria de IA autosuficiente. Su objetivo no es solo comprar chips, es dominar la cadena de valor y desarrollar modelos adaptados perfectamente a su idioma y cultura.
Singapur se ha convertido en el mediador digital del planeta con su Trusted AI Exchange, un protocolo que permite a gobiernos compartir modelos de IA sin intercambiar datos sensibles. Es como crear una ONU digital donde puedes colaborar sin revelar tus secretos de estado.
China no es solo DeepSeek. Alibaba con Qwen, Tencent con Hunyuan, Baidu con ERNIE... hay un ejército de modelos compitiendo ferozmente en una arena darwiniana antes de mirar al exterior.
La nueva pregunta ya no es "¿quién ganará?" sino: ¿puede alguien permitirse el lujo de no tener su propia IA?
Europa: El gigante dormido con infraestructura de campeón
Aquí viene la paradoja europea. Tenemos el MareNostrum 5 en Barcelona, uno de los supercomputadores más potentes del mundo. Tenemos centros de investigación de élite. Tenemos regulación avanzada con el AI Act y el RGPD como estándares globales. Tenemos a Mistral AI, que ha demostrado estar a la altura de los mejores en velocidad y calidad. Y sin embargo, cuando la gente piensa en IA, piensa en ChatGPT, DeepSeek, Qwen, Gemini, Grok o Copilot. No en opciones europeas.
El caso ALIA: Cuando la ambición choca con la realidad
ALIA es la primera gran infraestructura pública europea de IA multilingüe, coordinada por el Barcelona Supercomputing Center. Y si destaca por algo es por la gran cantidad de críticas recibidas.
Lo que prometía: Un modelo de lenguaje soberano español, entrenado desde cero, capaz de competir con los grandes respetando las lenguas cooficiales.
Lo que entregó: Un modelo que, tras una inversión millonaria, mostró rendimientos inferiores a modelos open source lanzados 18 meses antes.
Ingenieros de la industria señalaron que con una fracción del coste se habría obtenido mejor resultado haciendo fine-tuning (ajuste fino) de modelos existentes en lugar de entrenar desde cero. En Francia, de hecho, Mistral eligió ese camino.
Pero aquí viene el matiz que nunca aparece en los titulares: ALIA nunca intentó ser ChatGPT. Su objetivo es crear infraestructura pública para aplicaciones específicas. Ya tiene proyectos piloto en la Agencia Tributaria y en diagnósticos de salud. ¿Es perfecto? No. ¿Es obsoleto en ciertos benchmarks? Sí. Pero, ¿es mejor tener algo imperfecto y propio que no tener nada? Esa es la pregunta clave.
Latxa: El éxito discreto que pocos celebran
Mientras ALIA recibía críticas, en el País Vasco ocurría algo diferente. El centro de investigación HITZ desarrolló Latxa, un modelo de lenguaje enfocado en euskera. Latxa no intentó revolucionar el mundo ni competir con GPT-4. Solo quería preservar una lengua minoritaria en la era digital con recursos limitados. Y funcionó. La lección es clara: en IA soberana, la ambición desmedida sin foco es receta para el desastre. La claridad de propósito con expectativas realistas es la receta del éxito.
Lumo: La privacidad como ventaja competitiva
Y luego está Lumo, de Proton. No es un modelo nacional, es una filosofía: usar modelos europeos (como Mistral) con encriptación de extremo a extremo y enrutamiento inteligente entre diferentes motores según la tarea. Lumo entiende algo fundamental: Europa no va a ganar en velocidad de lanzamiento. Pero puede ganar en confianza, privacidad y cumplimiento regulatorio. Si gestionas datos sensibles, ¿qué prefieres: el modelo más "listo" que envía tus datos a Virginia, o el modelo seguro que garantiza que tus datos no salen de Suiza?
La metáfora del triatlón: por qué Europa aún puede ganar
Europa no va a ganar la carrera de velocidad (los 100 metros lisos). En el sprint comercial, vamos últimos. ChatGPT tiene cientos de millones de usuarios; las alternativas europeas son conocidas solo por expertos. Tal y como yo lo veo, la IA no es una carrera de velocidad. Es un triatlón:
Natación (Infraestructura): Europa va excelente. MareNostrum 5, centros de datos, energía.
Ciclismo (Desarrollo de modelos): Vamos rezagados pero con potencial. Mistral funciona. ALIA existe. Latxa cumple.
Carrera (Adopción comercial): Vamos últimos.
Pero en un triatlón, el que lidera la primera prueba no siempre gana. Europa puede ser primera en:
Confiabilidad verificable (explicabilidad)
Sostenibilidad energética (modelos eficientes vs fuerza bruta)
Privacidad por diseño (RGPD nativo)
Plurilingüismo real (no solo inglés traducido)
La pregunta es: ¿Valorará el mundo estas cualidades en 2030? Si la respuesta es sí, Europa habrá ganado el triatlón aunque haya ido última durante gran parte de la prueba. Si la respuesta es no, habremos construido la mejor infraestructura del mundo para una competición que ya terminó.
El futuro se construye hoy
ALIA puede ser imperfecto. Puede haber costado más de lo razonable. Pero es nuestro. En un mundo donde la geopolítica digital define quién tiene voz, tener algo propio vale más de lo que las métricas de rendimiento pueden medir. Corea del Sur lo entendió. Singapur lo entendió. La pregunta para nosotros no es si llegaremos primeros. Es si en 2030, cuando la confianza importe más que la velocidad, tendremos las opciones tecnológicas para decidir nuestro propio futuro. O si, una vez más, tendremos que elegir entre el "centro del mapa" de Silicon Valley y el de Shenzhen.
Spoiler: ninguno de esos dos mapas tiene a Europa en el centro.
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